La vida universitaria presenta muchas complicaciones, desde problemas económicos hasta sociales. Aunque cabe aclarar que cada individuo afronta estos temas de manera diferente, no es difícil encontrar similitudes entre la multitud de personas que conforman un campus universitario. Entre tantas carreras y aspiraciones, siempre hay algo que nos une a muchas personas a lo largo de nuestra vida, como el bullying y las malas decisiones. Son precisamente estos dos temas los que nos unen hoy.

 

«Quiero irme a casa», dijo Vanea. Ella es una chica caucásica de larga cabellera castaña clara, ojos violeta y apenas 1,60 metros de altura. Dueña de una despampanante figura, siempre fue considerada como la diosa de la facultad de negocios. Pero nada dura para siempre y la condena de Vanea fue un chico al cual decidió entregar su corazón incondicionalmente. Todo fue miel sobre hojuelas durante un largo periodo de tiempo.

 

Sin embargo, todo cambió cuando la joven de 19 años tomó la apresurada decisión de entregar algo más que su corazón: su cuerpo. Dicen que un caballero no tiene memoria, pero el hombre con el que salía, el protagonista de nuestra desafortunada historia, es todo menos un caballero y tiene una memoria de 112 MB en el celular. Después de acostarse con la chica, realizó la bajeza de subir el video (tomado con el consentimiento de la joven) a todas las páginas posibles, por lo que los rumores no tardaron en hacerse presentes.

 

Puta, zorra, fácil, cualquiera, piernas fáciles, carretera libre, etc. Vanea no solo ha perdido su virginidad, ha perdido su vida pública. «¡Quiero irme a casa ahora!». Ahora se encuentra deambulando por los pasillos durante el descanso que se les otorga a las 10 de la mañana, intentando contener el llanto mientras las voces a su alrededor hablan pestes sobre ella de manera nada discreta.

 

Solo busca una escapatoria a todo esto, por lo que como último recurso, corre a los casilleros olvidados en el pasillo de la universidad. Es un lugar sucio en donde se guardan los casilleros antiguos que llevan años sin ser utilizados. En la actualidad, es el lugar en donde muchos chicos van a fumar sin ser vistos y a hacer algo más. Vanea es una dama mimada, por lo que encontrarse frente a ese cubículo metálico tan sucio y descuidado le causa un escalofrío en la espalda. Pero en situaciones normales, ahora solo busca un lugar donde huir. Con mano temblorosa, la mujer abre la puerta del casillero para entrar y, tras cerrar la puerta detrás de ella, suelta un grito de dolor tras otro mientras sus rosadas mejillas se llenan de lágrimas.

— ¡Eres una zorra, eres una puta! — Exclama con una combinación de furia y tristeza mientras golpea la pared metálica del pequeño lugar donde se encuentra. — ¿Puedes guardar silencio por favor?

Una suave voz femenina se escucha en el casillero contiguo, haciendo que Vanea vuelva en sí por un momento.

— ¿Disculpa?

— ¿Puedes guardar silencio por favor? Estoy intentando comer, Vanea.

La chica castaña sacude su cabeza de un lado a otro incrédula. ¿Quién es esa mujer que le brinda una extraña compañía en estos momentos? Y lo más importante, ¿quién podría tener el valor de estar dentro de un lugar tan sucio? — Creí que este lugar estaba abandonado…

—Lo está, por eso me escondo aquí. — Concluye la voz continua mientras lleva un bocado de hamburguesa a su boca. «La niña de los casilleros…».

Estoy seguro de que en tu escuela también hay leyendas urbanas, ya sea que haya sido edificada sobre un cementerio o que un payaso macabro se haga presente en los baños durante el turno nocturno. Las leyendas urbanas están dentro del paquete de asistir a una institución educativa y, en este caso, la leyenda que abunda en esta universidad es la de una niña que aparece en los casilleros.

—Se lo que estás pensando y no, no estoy muerta. — Comenta la chica abriendo una lata de soda. —Estoy tan viva como tú.

—Entonces…

— ¿Por qué me escondo en los casilleros? Fácil, al igual que a ti, la vida me ha tratado mal. La única diferencia es que mi vida lleva podrida mucho tiempo, princesita.

Vanea nunca ha sido muy empática con sus compañeros, ya que al ser la reina de la facultad siempre tuvo todo lo que había querido con solo hacer un simple puchero. Pero en estas circunstancias, la empatía que no conocía en su persona salió a la luz.

— ¿Cómo sabes de mí?

—Si te contara todos los chismes que he escuchado aquí escondida, podrías escribir tres libros.

Las mejillas de la chica se tornan de un rojo intenso. — No te preocupes, nunca digo nada. No gano nada haciéndolo. — Eso logra calmar a la chica del casillero contiguo, aunque muy en sus adentros sabe que ya no pueden enterarse de nada peor.

— ¿Qué estudias? — Vanea intenta mantenerse entretenida de alguna forma. ¿Por qué? Ustedes díganmelo. Tal vez así están callando las voces en su cabeza que le imploran seguir llorando o quizás ahora que todo se acabó intenta empezar de cero.

El ambiente cambia de repente, pues el exnovio de nuestra protagonista llega para devorar a una nueva presa: una chica de unos 18 años que se entrega en cuerpo y alma al hombre en jadeos y gemidos, aprovechando la soledad de la zona en la que se encuentra. Esto ocasiona que la exnovia en cuestión se ponga en cuclillas, cubriendo sus oídos con sus manos, mientras las lágrimas vuelven a hacerse presentes.

Por otro lado, la misteriosa compañera da un último sorbo a su bebida con una mueca de disgusto para, inmediatamente, soltar un grito escalofriante que toma por sorpresa a todos los presentes.

« ¿Qué le pasa? »

— ¡¿Quién anda ahí?! — El chico intenta hacerse el valiente frente a la mujer con la que intenta tener intimidad, la cual cabe recalcar que está temblando con una mirada fría a causa del miedo.

—Mejor… Mejor vámonos… — Suplica aferrándose al brazo de su semental, quien está mirando a su alrededor en repetidas ocasiones. — Tranquila… Sigamos.

« No lo creo, imbécil » La chica vuelve a soltar un fuerte alarido mientras usa la fuerza de sus brazos para agitar el casillero donde se encuentra escondida, haciendo que ambos amantes salgan corriendo aterrados.

—Bye bye. — La mujer misteriosa suelta una leve risa al ver su travesura realizada con éxito. — ¿Por qué hiciste eso? — La mujer castaña se incorpora con algo de duda.

—Por tres razones. Primera: ¡Detesto que se pongan a coger mientras estoy comiendo mis dulces! — Toma algo de aliento para calmarse aprovechando para abrir una bolsa de papas fritas. — Segundo: Ese tipo hizo que me tropezara a propósito esta mañana y tercero: no te lo mereces...

La tercera y última razón toma por sorpresa a la chica, quien se gira sobre su eje para estar frente a la pared a la que le estaba dando la espalda, la cual es contigua a la del casillero de su acompañante.

— ¿Qué dijiste?

—Que no te lo mereces. Puede que no seas la mejor persona en esta uni, pero nadie merece pasar por lo que te hizo ese poco hombre. Podría decirse que estoy de tu lado.

La mujer rompe en llanto. — Gracias... Muchas gracias. — El tierno momento es interrumpido por el timbre que marca el fin del pequeño receso. — Ya deja de llorar, debemos ir a clases. Espera a que me vaya para salir, o de lo contrario, le diré a todos que aún duermes con una lamparita de noche.

Y así lo hace. No pasan más de 10 minutos para que Vanea pudiera salir y seguir con su desastroso nuevo día a día.

—Fantasmita, fantasmita….

Un nuevo día ha comenzado en la universidad, y Vanea ha ido a la cafetería para comprar dos rebanadas de pizza que llevará a los casilleros abandonados donde se encontró con su compañera el día anterior.

—¿Qué? —La chica responde con un tono calmado. —Te compré esto, estaré en el casillero de al lado.

Así que Vanea deja la comida en el suelo y entra en el casillero adyacente. No pasan ni dos minutos cuando la puerta del casillero se abre, señal de que la chica ha salido de su escondite. Vanea mira por la rejilla de la puerta y logra ver la piel morena de la chica y su largo cabello castaño oscuro.

—Lindo cabello.

—Vete al infierno. — El cumplido no es bien recibido por la chica morena, quien da un fuerte codazo a la pared metálica a la que le está dando la espalda. —¿Cómo te llamas?

—¿Qué importa? —La chica castaño claro infla las mejillas en un leve puchero ante la actitud de su "amiga". —Vamos, quiero conocerte. ¿En qué facultad estás?

La chica del casillero de al lado suelta un suspiro pesado dándose por vencida. —Medicina...

—Vaya, así que eres una cerebrito. ¿Qué carrera?

—Psicología.

Esto sorprende a Vanea. ¿Cómo alguien tan solitaria al punto de encerrarse en un casillero puede estar interesada en la mente humana?

—Bueno...

—¿Bueno qué? —Cuestiona con tono molesto. —¿Por qué alguien como yo quiere ser psicóloga?

—No... no es eso. —Vanea intenta mantener la calma al notar que acaba de hacer enojar a su compañera. —¡No me mientas! —La chica golpea la pared con fuerza para después soltar un ligero suspiro e intentar calmarse. —Es horrible pasar por lo que vivo. El miedo, la inseguridad, el no poder decir ni un simple "hola" a quienes amas; me niego a permitir que más personas pasen por esto, por eso quiero ser una gran psicóloga.

Vanea sonríe un poco al escuchar las palabras de su amiga. —Debes ser más segura de ti misma, tienes un cabello hermoso. Cualquier hombre estaría feliz de estar a tu lado.

—Mala noticia para todos los chicos: soy lesbiana. —Ambas chicas ríen al unísono, algo que toma por sorpresa a la chica morena, quien mira por la rejilla de su casillero y toma la decisión de salir del mismo. —¿A dónde vas?

No hay respuesta, al contrario, la chica se asoma por el casillero de su compañera, dejando ver sus hermosos ojos azules. —Si le dices a alguien quién soy, te funaré en Twitter. ¿Queda claro?

No hay tiempo para responder, ya que la chica sale corriendo, dándole apenas tiempo a Vanea de salir de su escondite y ver cómo la misteriosa chica se aleja rápidamente.

—¡Amelia! —La chica se detiene, girando la mirada sorprendida. —¡Nos vemos luego, también estoy de tu lado!

Los ojos de la joven se tornan cristalinos, mientras le dedica una linda sonrisa para después salir corriendo para continuar con sus clases. Nadie sabe qué pasará de ahora en adelante en la vida de ambas, pero una cosa es segura: ninguna está sola.